Estrategia y geopolítica del agua en América Latina: una óptica desde la Inteligencia Estratégica

Water strategy and geopolitics in Latin America: a Strategic Intelligence perspective

Revista PERSPECTIVAS

              EN INTELIGENCIA

 

Natalia Chaparro Betancourt1* y Ana María Leguizamón Álvarez2

 

 

(1) Universidad Militar Nueva Granada - UMNG, Bogotá, D. C. - Colombia, est.natalia.chaparro@unimilitar.edu.co

 

(2) Universidad Externado de Colombia, Bogotá, D. C. - Colombia, ana.leguizamon@est.uexternado.edu.co

 

* Autor a quien se dirige la correspondencia

 

Volumen 14, Número 23, Enero - Diciembre 2022, pp. 147-167

ISSN 2145-194X (impreso), 2745-1690 (en línea)

Bogotá D.C., Colombia

 

http://doi.org/10.47961/2145194X.337

 

Fecha de recepción: 10/10/2022 | Fecha de aprobación: 01/11/2022

 

Resumen

Los países de América Latina se posicionan como un actor relevante en el sistema internacional al concentrar el 31 % de las fuentes de agua dulce del mundo, presentando una serie de conflictos entre diferentes actores que pugnan por el control y gestión de este recurso para la consecución de sus intereses, ya sean sociales o económicos. Este artículo analiza algunas de las tensiones regionales y domésticas generadas por la disponibilidad y gestión del agua en América Latina, a partir de lo cual se exponen las razones por las cuales los recursos hídricos, entendidos en términos de agua potable disponible y reservas de agua (acuíferos), representan un recurso estratégico en la geopolítica de los Estados latinoamericanos. Se concluye que América Latina y el Caribe se posicionan como una región estratégica a nivel geopolítico en el sistema internacional, debido a los recursos de agua potable que ostentan, definiéndose como una zona de interés para actores extranjeros que pretenden abastecer sus necesidades hídricas en un futuro próximo, y como una zona de conflicto entre actores privados, comunidades y Estados.

 

Clasificación JEL: F5, Q2, Q25

 

Palabras clave: Inteligencia estratégica; geopolítica; América Latina; cambio climático; agua.

 

Abstract

Latin American countries are positioned as a relevant actor in the international system as they concentrate 31% of the world's freshwater sources, presenting a series of conflicts between different actors who fight for the control and management of this resource in order to achieve their interests, whether social or economic. This article analyzes some of the regional and domestic tensions generated by the availability and management of water in Latin America, from which the reasons why water resources, understood in terms of available drinking water and water reserves (aquifers), represent a strategic resource in the geopolitics of Latin American States are presented. It is concluded that Latin America and the Caribbean is positioned as a strategic region at the geopolitical level in the international system, due to its drinking water resources. It is positioned as an area of interest for foreign actors who intend to supply their water needs in the near future, and as an area of conflict between private actors, communities and States.

 

Keywords: Strategic intelligence; geopolitics; Latin America; climate change; water.

 

Introducción

Aunque el agua se ha constituido como un recurso vital para las naciones a través de la historia, siendo una fuente de conflicto entre distintas civilizaciones, en los últimos años con el fenómeno del cambio climático y el calentamiento global este recurso ha cobrado un valor estratégico para los Estados. Según el reporte de la Organización de Naciones Unidas (ONU) sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el mundo (2020), y el Sexto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPPC) (2021), el fenómeno del cambio climático y los cambios drásticos en la temperatura han provocado alteraciones en la precipitación y evaporación del ciclo del agua, trayendo como consecuencia problemas en la disponibilidad y calidad del agua potable a nivel mundial; lo cual está relacionado con el incremento de los niveles del mar y el aumento de fenómenos climáticos extremos, como inundaciones y sequías extremas.

 

     Sumado a esto, el aumento poblacional experimentado en las últimas décadas funciona como un catalizador de los problemas relacionados con la gestión del agua potable a nivel mundial, dado que, a medida que crece la población mundial, se genera una necesidad creciente de conciliar las demandas de los recursos hídricos, tanto para las comunidades como para los sectores privados[1]. Según la Organización de Naciones Unidas (2020), para el año 2030 la demanda del agua estará en un 56% por encima de la oferta, por lo que los recursos hídricos disponibles no alcanzarán para suplir las necesidades comerciales y de bienestar social de varios países.

 

     En este contexto, el agua se consolida como un factor de seguridad en el escenario internacional. Siendo la escasez y distribución desigual del agua dos factores que afectan la estabilidad y la paz entre las naciones, ya que estas eventualmente tendrán que conseguir estos recursos por cualquier medio, siendo la fuente de conflicto entre diferentes Estados a nivel regional y posiblemente a nivel internacional, sin dejar de lado las disputas domésticas que pueden surgir por este recurso hídrico[2], lo que lo establece como un recurso limitado y esencial para la estabilidad económica y el bienestar social de las naciones, proyectándose para un futuro próximo como un recurso determinante para el posicionamiento de los Estados dentro del sistema internacional.

 

     Teniendo en cuenta que los países de América Latina conservan una parte importante de los recursos de agua potable a nivel mundial, el presente artículo pretende identificar la importancia geopolítica de los recursos de agua potable en la región de América Latina, a partir de la comprensión de las dinámicas que se desenvuelven en el territorio entre diversos actores (Estados, comunidades y empresas) que pugnan e interactúan por el control y gestión de este recurso, partiendo por describir cuales son los recursos de agua potable en América Latina y su importancia geopolítica para, posteriormente, identificar cuál es el rol del agua dentro de la estrategia de cada actor inmerso en los conflictos e interacciones por el agua potable en esta región, por medio de la aplicación de la Inteligencia Estratégica, estableciendo las implicaciones de estas dinámicas regionales en la geopolítica del agua de América Latina.

 

Aproximaciones teóricas: Geopolítica del Agua y su relación con la Inteligencia Estratégica

 

La geopolítica se ha consolidado como un conocimiento disciplinar y teórico, basado en la relación entre el Estado y el espacio en el que este ejerce poder para satisfacer sus intereses. Para autores como Friedrich Ratzel, Rudolf Kjellén, Karl Ritter y Halford Mackinder, la geopolítica es la conciencia geográfica de un Estado sobre su territorio y recursos para conducir su política y deducir la mejor forma de armonizar intereses en beneficio del poder nacional. El objetivo de esta ciencia es la interacción entre la tierra y el poder a través de las relaciones entre el espacio y el poder político (Rosales, 2005; Manzano, 2015).

 

     Por su parte, Lacoste (2006) argumenta que la geopolítica es la práctica que está relacionada con las rivalidades por el poder o la influencia sobre el territorio y la población, contemplando las confrontaciones entre poderes políticos de todo tipo y en todos los niveles (nacional, regional e internacional). Por lo cual, dentro del objeto de estudio no solo entran Estados sino también otros actores, como movimientos políticos, grupos armados o etnias que pugnan por el dominio de territorios con un valor estratégico para ellos. Así, los fenómenos geopolíticos, manifiestan la lucha o conflicto entre diferentes actores por el predominio sobre la totalidad o una porción del espacio geográfico.

 

     Estos conflictos pueden tener diferentes grados de intensidad, que no solo se dan por medios de lucha armada, sino también por medio de la utilización de instrumentos jurídicos o estrategias económicas (Portillo, 2008). En síntesis, la geopolítica constituye cualquier fenómeno del espacio geográfico que tenga implicaciones y tensiones políticas. La interacción entre recursos y poder (geopolítica) y la tensión entre actores por el dominio de estos son parte esencial en la toma de decisiones de un Estado, pues afecta de forma directa al territorio y las capacidades propias frente a otros Estados en el escenario internacional. En este sentido, la Inteligencia Estratégica, por medio de la recolección, análisis e interpretación de información, se convierte en una herramienta para establecer qué intereses proteger frente a posibles amenazas o riesgos (Ardila et al, 2020; Johnson, 2007; McDowell, 2009).

 

El agua como recurso estratégico

 

En la Inteligencia, la condición estratégica se refiere al nivel más alto de toma de decisiones políticas, por lo que brinda información a aquellos actores que se ubican en la cúspide de la toma de decisiones del Estado (Freedman, 2013). Para cumplir este fin, la Inteligencia Estratégica contiene en sí tres variables esenciales: fines, medios y modos. Es decir, la Inteligencia es estratégica si tiene objetivos determinados [fines]; persigue un qué elemental para el máximo nivel burocrático u organizacional, identifica los recursos o capacidades para la consecución de los objetivos propuestos [medios], y establece el plan o la forma de alcanzar los objetivos [modos] (Sánchez, 2012; Jablonsky, 2012).

 

     Para que la Inteligencia sea considerada estratégica, los objetivos deben establecerse como los más relevantes para la estructura burocrática u organización (en este caso el Estado). De modo que, el agua como recurso natural, representa un elemento estratégico en la geopolítica nacional al afectar directamente los intereses nacionales y capacidades de un Estado. La administración y uso que cada Estado da a este recurso hídrico está basado en el beneficio de intereses nacionales, como los son el abastecimiento de la población y la producción económica, por lo que es reconocida como una función propia del Estado. En el caso colombiano, el Artículo 80 de la Constitución Política de 1991 establece que, el Estado es el encargado de planificar “el manejo y aprovechamiento de los recursos naturales, para garantizar su desarrollo sostenible, su conservación, restauración o sustitución. Además (previene y controla) los factores de deterioro ambiental (y coopera) con otras naciones en la protección de los ecosistemas situados en las zonas fronterizas” (Constitución Política de Colombia [C.P.], 1991, Art. 80).

 

     Sumado a esto, la protección, control y administración de los recursos naturales (en este caso, el agua potable) se han convertido en un objetivo de la agenda internacional y han causado interés en otros actores del sector privado y la sociedad civil, más allá de los Estados. De modo que, Claude Raffestin (2011) y Lacoste (2006) argumentan que los recursos del agua y el suelo son objeto de relaciones de poder (local, nacional e internacional) y representan el epicentro de múltiples conflictos, debido a su carácter de vital importancia para la existencia humana.

 

El agua en la estrategia de cada actor: Estados, empresas y comunidades

 

Para cada actor en el territorio el agua ocupa una función diferente, dependiendo de sus intereses; así, por ejemplo, para el sector privado y la industria el agua funge como un medio para fabricar, procesar, lavar, diluir, enfriar o transportar productos, además de ser utilizada en la refinería de petróleo, la producción de químicos y alimentos (Center for Disease Control and Prevention, 2016). De manera que aquellos actores que generan ingresos a partir de la explotación y extracción de este recurso hídrico conciben, dentro de su estrategia, el agua como un medio para lograr fines económicos, como son los casos del sector industrial, el sector minero, el sector agropecuario, el sector ganadero, las multinacionales y el sector privado en general.

 

     Otro actor en el territorio son la población y las comunidades. En el caso latinoamericano, las comunidades indígenas son un actor relevante en territorios con gran cantidad de recursos naturales. Para estos actores, el agua, a diferencia del sector privado, funge como un objetivo, pues los recursos naturales representan el símbolo en donde nace la identidad indígena (Leguizamón & Veloza), a partir de una relación indisoluble entre individuos y naturaleza (Pertegal - Felices et al., 2020). Esta es la razón por la cual “en lugar de ser simplemente agentes del conflicto territorial, los recursos son conductos para luchas más profundas por territorio, soberanía y ciudadanía” (Anthias, 2018). Aunado a ello, para estas comunidades, la naturaleza y los recursos naturales son un fin en sí mismo; así, por ejemplo, se reclama al Estado la protección y conservación de la naturaleza como sujeto de derecho (Pertegal-Felices et al., 2020).

 

     Cabe resaltar que la estrategia de algunos actores cambia conforme a sus intereses. De modo que, actores como Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC), Organizaciones No Gubernamentales (ONG´s), Organizaciones Intergubernamentales (OIG´s) y demás organizaciones de cooperación internacional actúan conforme a intereses particulares en el territorio. Para organizaciones ambientalistas que buscan proteger los derechos de la naturaleza y el cuidado de los recursos, como Greenpeace o World Wildlife Fund (WWF), el recurso hídrico se posiciona como un fin (objetivo a preservar y cuidar) (World Wildlife Fund, s.f.), mientras que para organizaciones como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional (FMI), el recurso hídrico se posiciona como un medio para el desarrollo económico de los países (Banco Mundial, s.f.).

 

     Por su parte, los Estados ocupan en este escenario un rol preponderante frente al resto de los actores, pues son los únicos a los que “legítimamente” les pertenece el territorio y entre los cuales se disputa una “guerra legítima” por el control y uso de estos recursos hídricos. La posición del agua en la estrategia de los Estados se encuentra directamente relacionada con los planes de desarrollo de cada gobierno, es decir, su ubicación en la estrategia depende de los intereses de cada Estado. Así, si un Estado se consolida como un actor industrial, el agua se ubicará como un medio para favorecer los intereses económicos de una nación. Un ejemplo de esto es China, cuyos intereses giran en torno a mantener su estatus como potencia económica e industrial en el mundo, estableciendo al agua como recurso fundamental para cumplir este objetivo. Por otra parte, existen Estados que dentro de sus planes de gobierno posicionan el agua como un fin, entendiéndola en términos de bienestar social y, en algunos casos, asociándolo al factor identitario de las comunidades. Este es el caso del gobierno del presidente Gustavo Petro (2022-2026) en Colombia, el cual posiciona el agua como un fin en su plan de gobierno, mencionando que:

 

Ordenaremos el territorio alrededor del agua como el camino fundamental en la planeación para la vida, más allá de las lógicas del mercado que segregan y depredan nuestras regiones. Impulsaremos las actividades productivas acordes con la protección de la naturaleza y en armonía con las prácticas culturales, los procesos organizativos comunitarios en función de la autonomía y la gobernanza ambiental del territorio (Gustavo Petro, 2022).

 

     En la FIGURA 1 se muestra la posición que ocupa el agua en la estrategia de cada uno de los actores en territorio. La toma de decisiones de cada uno de estos actores está en función de sus intereses y de la posición que ocupa el recurso natural en la estrategia de cada uno, bien sea como medio o como fin. Los actores que lo ubican como un medio pasan por alto características como: la sostenibilidad del recurso y el hecho de que es finito, y lo perciben en función de los beneficios que puede generar para lograr sus objetivos económicos. Por otra parte, los actores que lo posicionan como un fin, toman decisiones en búsqueda de la protección y cuidado del recurso desde una visión identitaria y de dependencia vital con este.

FIGURA 1. Posición del agua en la estrategia que tiene cada actor

 

Fuente: Elaboración propia

 

Recursos de agua potable en la región de América Latina: ¿una oportunidad para posicionarse en el sistema internacional?

 

Como se observa en la FIGURA 2, los recursos de agua dulce en el mundo se encuentran concentrados en ciertas áreas geográficas. Mientras que los países que están ubicados en regiones de Medio Oriente, parte de Asia central y el continente africano han tenido que enfrentar problemas históricos por el control y acceso al agua potable. Dado que están ubicados en zonas áridas y desérticas, por lo que la cantidad de este recurso es limitada, países ubicados en el noreste de Asia y Europa, Norte América y América Latina han gozado una amplia disponibilidad de este recurso hídrico, por lo que en su desarrollo y consolidación como países no ha estado intrínseca la necesidad y preocupación por mantener recursos de agua.

FIGURA 2. Mapa de recursos renovables internos de agua dulce per cápita (metros cúbicos) 2018

Mapa

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Fuente: Elaboración propia, a partir de datos del (Banco Mundial, 2018)

     Los países de América Latina concentran un tercio de los recursos de agua potable del planeta, reuniendo alrededor del 31% de las fuentes de agua dulce del mundo. En dicha región, se ubican cuatro de los veinticinco ríos más grandes del mundo, entre los que se encuentran el río del Amazonas en Brasil, el Paraná en Argentina, el Orinoco en Venezuela, el Titicaca en Perú y Bolivia, y el Magdalena en Colombia, sin dejar de lado la importancia del Río de la Plata en Argentina, y el río de San Francisco en Brasil (Banco de Desarrollo de América Latina, 2017), contando así con una dotación per cápita de 22.929 metros cúbicos por persona al año; casi un 300% por encima de la media global (Banco Mundial, 2018).

     Asimismo, en América Latina se ubican un total de 59 acuíferos transfronterizos (ver FIGURA 3), de los cuales 35 están ubicados en América del Sur, tres en el Caribe y veintiuno en Centroamérica; siendo ocho los que están posicionados en la frontera con Norteamérica. Estos reservorios de agua subterránea se consolidan como un recurso importante en la región, al ser la fuente de un tercio del agua potable que se utiliza en regiones áridas o semiáridas del continente (Organización de Estados Americanos, 2004).

FIGURA 3. Acuíferos en América Latina

Mapa

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Fuente: Tomado de (Kettelhut, 2013)

 

     Se tiene en cuenta que el agua almacenada en los acuíferos constituye el 98 % del volumen total de agua dulce disponible en todo el planeta, siendo la fuente de la que se dispone cuando los recursos hídricos superficiales se agotan (UNESCO, 2008). En un contexto de cambio climático y aumento de la densidad poblacional donde el agua se posiciona como recurso escaso, los países ubicados en América Latina presentan una ventaja frente a los demás, constituyéndose como una región que concentra gran parte de las reservas de agua en el mundo, lo que le permitirá en un futuro próximo tener una influencia en la esfera internacional, cuando el agua se posicione como prioridad en la agenda política de los Estados (aunque ya lo es para algunos).

 

     Los países que logren tener una soberanía hídrica, es decir, que tengan la capacidad de satisfacer las necesidades hídricas de su población a nivel social y económico sin depender de otro Estado, tendrán una ventaja política y económica frente a los que no. Si un Estado tiene la capacidad de autoabastecerse en términos de recursos de agua potable puede mantener, por una parte, el bienestar y la estabilidad social, evitando los conflictos domésticos y demás problemas de seguridad que se pueden desencadenar por la falta de acceso al agua potable. Por otra parte, estos Estados también tendrán la ventaja de asegurar sus actividades industriales, las cuales dependen en gran medida del agua para poder ser ejecutadas, manteniendo su crecimiento y estabilidad económica.

 

     Esta ventaja se presenta como una oportunidad para los países latinoamericanos, que pueden proyectar esta capacidad hacia el exterior para influenciar las dinámicas internacionales, especialmente en un contexto de cambio climático, donde el agua dulce se consolida como un recurso escaso, siendo una posibilidad para posicionar a América Latina como un bloque regional líder en recursos de agua potable frente a otros Estados; esto si se tiene en cuenta que la región cuenta con la particularidad de que la mayoría de sus países cuentan con recursos hídricos superiores, a diferencia de otras regiones donde sólo un país acumula mayoría de recursos (ver FIGURA 2)

 

     No obstante, esto requiere de cooperación y articulación entre las partes, además de una política pública y gobernanza eficaz capaz de gestionar los recursos de agua potable a nivel regional. América Latina, a pesar de ser una región con grandes recursos de agua dulce, presenta varios problemas de gobernanza del agua, ligados a la sobreexplotación y contaminación de estos recursos hídricos por parte de actores privados, especialmente grandes industrias y empresas transnacionales[3] . Lo que ha provocado una serie de problemas a nivel doméstico y regional relacionados con conflictos entre distintos actores por el control y gestión del agua potable (OEA, 2004; UNESCO, 2008), siendo este un factor que limita el posicionamiento de América Latina en el sistema internacional en un futuro próximo.

 

Hacia la comprensión de las dinámicas regionales en torno al agua en América Latina: La estrategia y el agua

 

Aunque América Latina se posiciona como un actor con relevancia geopolítica a nivel internacional, debido a la cantidad de recursos de agua potable que posee, las dinámicas internas y los actores que interactúan en torno a los recursos de agua potable inciden en la forma en cómo estos países proyectan sus capacidades hídricas a nivel internacional. De modo que, comprender cuál es el rol del agua dentro de la estrategia de cada actor que interactúa por los recursos de agua potable en el continente se convierte en un factor fundamental para comprender la geopolítica del agua en América Latina.

 

El papel de potencias extranjeras con intereses geopolíticos por el agua en América Latina y el Caribe

 

Estados Unidos es por esencia la potencia extranjera que ha ejercido mayor presencia en territorio latinoamericano, manteniendo una relación cercana con varios de los países de este territorio, facilitado en parte por su cercanía geográfica con estos mismos. En cuanto a los recursos de agua dulce en América Latina, este país ha centrado sus intereses en el acuífero de Guaraní[4], una de las reservas de agua dulce más grandes en el mundo, y en la Amazonía[5], donde se ubica la red de ríos más extensa del planeta, concibiéndolas como un medio para satisfacer sus necesidades hídricas en términos económicos y sociales en un futuro próximo.

 

     Aunque Estados Unidos no tiene la necesidad urgente de conseguir recursos de agua potable para abastecer sus necesidades, este país reconoce que, a diferencia de otros países (como los latinoamericanos), no posee excesivas cantidades de agua dulce (ver FIGURA 2). Por lo que ha implementado diferentes estrategias para establecer puntos de contacto en distintas zonas con estos recursos hídricos en América Latina. Desde el análisis de Ramos y Rodríguez (2018), las bases militares estadounidenses están ubicadas de manera estratégica a través de todo el continente, no solo por su posición para combatir el terrorismo y el crimen organizado sino por su cercanía con diversas fuentes hídricas estratégicas.

 

     En el caso del Acuífero de Guaraní, que a su vez se encuentra cerca de la cuenca de La Plata (Argentina), Estados Unidos logró establecer un tratado con los países de la triple frontera para combatir los grupos terroristas islámicos que se estaban acentuando allí, alegando que las capacidades militares y legislativas de dichos países que estaban en la frontera no eran suficientes para combatir este fenómeno. Aunque hasta el momento no se ha confirmado la existencia de estos grupos terroristas, ya se han instalado bases estadounidenses en este lugar (Ramos y Rodríguez, 2018).

 

     Por otra parte, este país también logró establecer un tratado militar con Colombia, el cual permitía la intervención de técnicos y asesores norteamericanos en bases militares ubicadas cerca a los recursos hidrográficos de la Amazonia, con el argumento de mejorar las capacidades de Colombia para combatir el crimen organizado y el narcotráfico en dicha zona (Ramírez y Yepes, 2011). Esta inmersión estadounidense en Colombia se ve reforzada por los acuerdos de exploración con fines científicos y de protección que Estados Unidos ha establecido con Colombia y Brasil para la exploración de la Amazonía (Ministerio de Ambiente, 2015), lo que también los dota de las capacidades para estudiar los recursos hídricos y ecosistémicos disponibles en esa zona.

 

     Es de destacar que, dadas las dinámicas neocoloniales de relacionamiento entre la sociedad civil y agentes extranjeros en estas zonas, existen varios movimientos sociales que se resisten a los intereses transnacionales que pretendan afectar su bienestar, tanto de países extranjeros como de empresas multinacionales, por lo que en las zonas donde se han instalado bases militares estadounidenses se han desarrollado algunas colisiones entre las comunidades y personal militar, aludiendo al respeto por la soberanía de los territorios ancestrales. A pesar de que el agua no es el centro del conflicto entre ambos actores, sí se posiciona como un fin, haciendo parte de la identidad y supervivencia de estas poblaciones que defienden la soberanía ancestral de sus territorios frente a la intromisión de agentes extranjeros (Ramírez y Yepes, 2011).

     Por otra parte, China reconoce que en un futuro próximo el agua va a limitar sus ambiciones económicas y comerciales, partiendo de que es uno de los países con mayor densidad demográfica y menores recursos de agua potable disponible (ver FIGURA 2). De manera que, por medio de tácticas de poder blando[6], ha logrado hacerse un espacio en el territorio latinoamericano, estableciendo acuerdos de cooperación técnica en materia energética, ambiental e hídrica con varios países de la región y percibiendo el agua como un medio para favorecer sus intereses económicos en un futuro próximo, dado que, de la cantidad de recursos de agua que posea depende su nivel de producción en términos de mano de obra y tratamiento de materia prima. Un ejemplo de esto fue el acuerdo de cooperación técnica firmado con México en materia hídrica, en el cual el sector privado chino logró incursionar en el mercado hídrico de México a cambio de financiación y asistencia técnica para la construcción de infraestructura hídrica (Trapagá, 2013).

 

Disputas activas en América Latina y el Caribe por recursos hídricos

 

Varios países de América Latina se han enfrentado a problemas de acceso al agua potable, lo que contribuye a acentuar desigualdades sociales que han desencadenado en diversos conflictos y tensiones sociales y políticas, donde se entremezclan actores públicos, privados y sociales. Tal como lo muestra la TABLA 1, en Latinoamérica hay conflictos activos por la gestión del recurso hídrico; cada conflicto cuenta con la participación de diferentes actores que ubican el agua en sus estrategias como un medio o fin dependiendo de sus intereses.

TABLA 1. Conflictos activos por el agua en América Latina y la estrategia de cada actor

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Fuente: Elaboración propia

     Como se observa en la FIGURA 4, diferentes Estados han entrado en controversia por la utilización de cuencas geográficas, así como el enfrentamiento entre comunidades campesinas e indígenas y empresas privadas por la privatización del agua, la apropiación ilegal de recursos hídricos por medio de la construcción de represas y la contaminación y sobreexplotación de estos mismos. Lo que está ligado directamente con los intereses de cada actor por este recurso, siendo objeto de interés no solo para los Estados sino también para actores de la población civil, ONG´s, OIG´s y empresas.

 

FIGURA 4. Conflictos activos y actores involucrados por el agua en América Latina

Fuente: Elaboración propia

 

Conflictos interestatales: Cuencas y Fronteras

 

Los países de Sudamérica comparten varias cuencas y redes hidrográficas, por lo que, a través de la historia, se han presentado conflictos interestatales por la gestión y el uso del agua potable. Como principal antecedente histórico se tiene la Guerra del Cenepa, llevada a cabo en 1995 entre Perú y Ecuador por la disputa territorial sobre la cuenca del río Cenepa, la cual hace parte de la red hidrográfica del Amazonas. El conflicto se resolvió con la intervención de Argentina, Chile, Brasil y Estados Unidos; países garantes del Protocolo de Paz, Amistad y Límites de Río de Janeiro, con el cual se lograron establecer los límites fronterizos bajo el acuerdo de ambos países (Espinoza, 2014).

 

     Los conflictos activos en América Latina por el establecimiento de las fronteras en las que el recurso hídrico ocupa el papel central son: el Manantial de Silala, ubicado entre Chile y Bolivia, y los Glaciares de la Patagonia, ubicados entre Argentina y Chile. En ambos casos, el conflicto ha sido legal, por lo que estos conflictos han contado con la participación de actores internacionales que han intervenido por medio del derecho internacional para definir los límites territoriales, principalmente la Corte Interamericana de Justicia. En la geopolítica de cada uno de estos actores el agua se ubica como parte elemental de la composición del territorio nacional [fin]; además, en el caso del Manantial de Silala, el agua es un medio de abastecimiento y supervivencia de la población y la economía local en Bolivia.

 

     Manantial de Silala: Es un acuífero que une a Chile y Bolivia y que representa un recurso estratégico para ambos Estados; este se encuentra ubicado en el altiplano andino, a la altura de la ciudad de Antofagasta, Chile, y nace de aguas de Bolivia, en Potosí (Correa, 2020). En este lugar el conflicto ha tenido diferentes encuentros desde inicios del siglo XX, por la denominación de las aguas del Silala y el uso equitativo del agua a ambos lados de la Cordillera andina, donde la calidad del agua es excelente.

 

     El valor geoestratégico del manantial radica en la importancia que tiene para el abastecimiento de la comunidad local en Bolivia. Para estas comunidades, el agua representa un medio de supervivencia no solo física sino económica, pues allí se ubican recursos no renovables como el litio, boro, potasio y magnesio. Según Bolivia, las aguas del río Silala “nacen de manantiales y por ello poseen plena soberanía y exclusividad para el uso y explotación de esas aguas” (Atlas de Justicia Ambiental, n.d.-b).

 

     Por su parte, Chile concibe este manantial como un río internacional cuyo uso está regulado por el derecho internacional, generando conflictos que han llegado hasta los tribunales de la Corte Interamericana de Justicia. Este conflicto afecta los intereses de los más altos niveles de toma de decisiones de los Estados de Bolivia y Chile, pues afectan no solo el abastecimiento de su población (en el caso boliviano) sino la composición del territorio de ambos Estados.

 

     Glaciares de la Patagonia: Los Campos de Hielo Sur, específicamente los Glaciares patagónicos, cuentan con una importante cantidad de agua almacenada y albergan una riqueza hídrica incalculable, siendo relevantes en el sistema de aguas austral. Estos casquetes de hielo son los terceros después de la Antártida y Groenlandia, de manera que representan una importante reserva de agua en estado sólido a nivel mundial. Esto los posiciona como un recurso geoestratégico que impacta al más alto nivel de toma de decisiones políticas; así, los gobiernos de ambos Estados se han tenido que enfrentar ante la Corte Interamericana de Justicia.

 

     El recurso hídrico representa una de las principales razones de conflicto fronterizo entre Chile y Argentina desde finales del siglo XIX, pues no cuentan con una demarcación fronteriza definitiva debido a la incertidumbre sobre el uso y dominio del recurso. Así, se han enfrentado en más de una ocasión ante tribunales internacionales por el uso y dominio del territorio en el que se ubican (Manzan, 2016). Para ambos países estos glaciares representan un fin, pues define la extensión territorial y se posicionan como elemento constitutivo del Estado.

 

Comunidades y empresas privadas

 

Respecto a las multinacionales que tienen presencia en el mercado latinoamericano, se puede observar que la privatización de servicio del agua ha sido conflictiva, siendo varios los casos de tensión entre comunidades indígenas y campesinas y, las actividades de privatización, apropiación ilegal, sobreexplotación y contaminación del agua llevadas a cabo por empresas multinacionales en los territorios.

 

     Río Ranchería: Ubicado en el departamento de la Guajira, en Colombia, el río Ranchería es la principal fuente hídrica de la comunidad indígena Wayuú que vive en ese territorio, cuyo asentamiento es uno de los más grandes en Colombia. Este fue desviado para favorecer enormes cultivos industriales y facilitar las actividades extractivas de la multinacional El Cerrejón, dedicada a la explotación del carbón. Lo que ha ocasionado fuertes tensiones entre esta comunidad indígena y empresas multinacionales, ya que esta desviación y contaminación de sus afluentes ha tenido un impacto negativo en el bienestar social de la comunidad, limitando las actividades de pesca y agricultura y fomentando las tasas de desnutrición (Guillen, 2017).

 

     En este conflicto, el agua representa un valor estratégico diferente para cada actor; para las multinacionales el agua funge como un medio que permite el desarrollo de sus actividades económicas, mientras que para las comunidades representa un fin identitario y un elemento central de supervivencia. El choque de intereses sobre el recurso hídrico ha propiciado un conflicto que se ha propagado y ha involucrado a otros actores como ONG´s y el Gobierno nacional.

 

     Río Usumacinta: Ubicado entre los Estados de México y Guatemala, es el principal cauce de agua de Centroamérica, conectando varias zonas protegidas de México, en Chiapas, Tabasco y Campecha, y de Guatemala en Quiché, Huehuetenango, Cobán y Petén. Esta zona ha sido entorno de conflicto intermitente desde el año de 1960 (Castro, 2014), presentando choques entre las comunidades y los gobiernos de cada país por la gestión del agua, específicamente por la construcción de represas y la distribución del recurso hídrico entre la población, la construcción de hidroeléctricas sobre el río, que funcionan en cadena promovida por el Gobierno de México, en conjunto con el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Global Environmental Facility (GEF), el cual, en el año 2016, puso en relevancia un tema sensible para las comunidades: el cuidado y protección del agua en la zona (Universidad Autónoma Nacional de México, 2016).

 

     En oposición a la construcción de estas hidroeléctricas, debido a los impactos ambientales, como la pérdida de biodiversidad, la seguridad alimentaria, la contaminación y erosión del suelo, la deforestación y la contaminación del agua superficial y subterránea, además del impacto en el sistema hidrogeológico, la comunidad afectada representada en agricultores, comunidades indígenas, campesinos, movimientos sociales y pescadores, entre otros, se ha opuesto a través de movilizaciones masivas, elaboración de informes alternativos, desarrollo de redes y acciones colectivas y activismo mediático. Lo que ha concluido en la reacción de las fuerzas policiales, violencia y arrestos en contra de miembros de la comunidad (Atlas de Justicia Ambiental, n.d.)

 

     En este conflicto se evidencia el choque de estrategias entre actores, principalmente entre organizaciones internacionales y multinacionales que posicionan el agua como un medio para conseguir intereses económicos, contrario a los habitantes del territorio en el que se ubica el río, como agricultores, comunidades indígenas, campesinos y pescadores que conciben el agua como un fin, siendo un elemento de bienestar social y supervivencia.

 

     Cochabamba: Esta es una ciudad ubicada en Bolivia, donde se desarrollaron una serie de protestas en el año 2000 por la privatización y el abastecimiento de agua potable para la comunidad local. El conflicto se produjo por la firma de un contrato de privatización del suministro del agua con la multinacional Bechtel, impulsado por el Banco Mundial. La inconformidad de las comunidades, representadas en actores como organizaciones sindicales aglutinadas en la Central Obrera Boliviana (COB), quienes históricamente encabezaron las luchas sociales, giraban en torno al aumento de las tarifas de agua. El conflicto escaló a tal punto que colapsó la economía nacional, debido al aumento de los disturbios en oposición a la privatización. Por lo cual, el gobierno del entonces presidente Hugo Banzer tuvo que invalidar el contrato con la multinacional Bechtel (Kruse, 2005).

 

     La participación de actores internacionales en este conflicto es explicada por Kruse (2005), quien argumenta que, el lobbie y las instituciones financieras internacionales, como el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo, abren, ordenan y sostienen el mercado de la privatización como apoyo al desarrollo del sector privado y la creación de mercados; en este caso el mercado del agua. La presencia de estos actores en el conflicto demuestra el choque de intereses económicos en torno al recurso.

 

 

Conclusiones

En un contexto de cambio climático y aumento de la densidad poblacional, el agua potable se constituye como un recurso estratégico para los Estados al ser objeto de escasez y un recurso esencial para la sostenibilidad de la población y el crecimiento económico de un Estado. En este contexto, América Latina se posiciona como un actor relevante en el sistema internacional, al ser una región que ocupa un tercio de los recursos de agua potable en el mundo. Se identifica que la falta de gobernanza y gestión del agua es un factor que limita las ambiciones de países latinoamericanos que pretendan posicionarse en el sistema internacional a partir de sus recursos hídricos, puesto que se necesita de coordinación y articulación con otros Estados para proyectar las capacidades hídricas de América Latina, ya que los recursos de agua potable se encuentran distribuidos de forma transfronteriza en toda la región.

     Esto, sin dejar de lado que la mala administración del agua potable ha provocado distintos conflictos regionales por la disputa del recurso en países como Ecuador, Chile, Colombia, Bolivia y México, protagonizados por enfrentamientos, estallidos y problemas internos entre diferentes actores (Estados, comunidades y empresas) que pugnan por el control y gestión del agua potable en el territorio, lo que se presenta como un elemento de inestabilidad política y social que resulta desventajoso a la hora de emprender acciones geopolíticas internacionales para favorecer intereses latinoamericanos.

     De este modo, las dinámicas y el relacionamiento de diferentes actores en el territorio se presentan como un factor que incide en la geopolítica del agua en América Latina, por lo que es importante comprender cuál es el rol del agua en la estrategia de cada actor que se encuentra inmerso en el relacionamiento por los recursos de agua potable. El rol que desempeña este recurso hídrico en la estrategia de cada actor depende del significado que este recurso representa en función de sus beneficios e intereses. De modo que, para aquellos actores cuyos fines son económicos (Estados y empresas), el agua representa un medio en su estrategia, mientras que, para los actores que posicionan el agua en relación con la identidad y existencia humana (Estados y comunidades), el recurso representa un fin estratégico.

     En estas dinámicas de relacionamiento son partícipes también las potencias extranjeras que tienen un interés por abastecer sus necesidades hídricas en un futuro próximo, identificando a Estados Unidos y China como los Estados que han implementado una serie de estrategias de poder blando para ganar influencia en territorios estratégicos de agua potable, centrando sus intereses en el acuífero de Guaraní y la red hídrica del Amazonas y percibiendo el agua como un medio para satisfacer sus necesidades económicas y bienestar social, lo que representa un riesgo para la soberanía de los recursos hídricos donde estos países han establecido contacto, como lo son Colombia, Brasil y México.

     En este contexto, los decisores de los países de América Latina deben implementar medidas para garantizar la soberanía sobre los recursos hídricos y llevar a cabo acuerdos de cooperación y tratados para gestionar y proteger estos recursos, partiendo de la comprensión de las dinámicas y relacionamiento de diferentes actores en el territorio con el agua y presentándose como una oportunidad para que los países de América Latina puedan tomar decisiones estratégicas geopolíticamente para la gobernanza de agua potable, que en un futuro le pueden brindar a la región mayor influencia y poder en el sistema internacional.

 

 

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[1] Dicha situación, que se evidencia especialmente en las áreas geográficas en las que los niveles de la población se muestran dispares a la cantidad de recursos de agua potable disponible, como sucede en el caso del continente asiático, alberga más de la mitad de la población mundial y sólo cuenta con 36% de los recursos hídricos en el mundo (Nieto, 2011).

[2] Las regiones de Oriente Medio y África Subsahariana son un ejemplo claro de este problema. Dadas sus características geográficas, asociadas a la desertización y la sequía, los ecosistemas acuáticos son reducidos, por lo que los conflictos por el agua han estado intrínsecos en el desarrollo político y social de los Estados ubicados en estas regiones (Nieto, 2011; Ramos. et. al., 2022).

[3] Esto se ve evidenciado especialmente en el caso de los acuíferos. Mientras que en pequeños Estados del Caribe los acuíferos se posicionan como una fuente para abastecer las necesidades básicas de la población, en grandes centros urbanos e industriales los acuíferos no solo sirven para abastecer las necesidades humanas sino también para suplir la demanda hídrica de grandes conglomerados y empresas, por lo que presentan altos índices de contaminación (OEA, 2004; UNESCO, 2008).

[4] Es uno de los reservorios de agua más grandes del mundo. Cubre aproximadamente 1.195.930 km2 de superficie, de los cuales cerca del 71% de la extensión del Acuífero se encuentra bajo suelo brasileño, seguido del 19% en Argentina, y un 6% en Paraguay. En el Acuífero Guaraní está gran parte de la cuenca fluvial del Río de la Plata, la cual forma un sistema de retroalimentación de agua dulce. En su parte inferior o más meridional el Acuífero Guaraní se conecta con el río Paraná, y recibe aportes desde los Andes mediante el Acuífero Puelche, el cual está ubicado en Argentina, cerca de la provincia de Buenos Aires (Jacubovich, 2017; OEA, 2006).

[5] La cuenca hidrográfica del Amazonas es una de las redes hídricas más grandes del mundo. Cubre un área de 7.413.827 km², y transporta grandes volúmenes de agua hacia el Atlántico, cerca de 209 000 m³/s; el 20 % del total de aguas dulces continentales. Abarcando los territorios de ocho paísesː Brasil (68 %), Perú (14 %), Bolivia (10 %) y Ecuador (2 %) y el 6% restante entre los países de Colombia, Venezuela, Guyana y Surinam (Cárdenas, 2020; PID Amazonía, 2020).

[6] Es la capacidad de un Estado para incidir en las acciones o intereses de otros actores, valiéndose de medios culturales e ideológicos con el complemento de medios diplomáticos.